El
sonido de la hoja de arce deslizándose por la mesa al entrar por la
ventana hizo que Matthew se sobresaltara, haciéndole salir de su
humilde trance, mientras la luz rosada y anaranjada de los últimos
momentos de la tarde impactaban contra su rostro. Sin embargo, el
olor a pino húmedo tras la lluvia aún seguía presente en la
aireada atmósfera de la habitación.
Observando
el nuevo entorno al que, tarde o temprano, tendría que acabar de
acostumbrarse, Matt reflexionaba como si no se le hubiese asignado
ninguna otra labor entre aquella masa cósmica de ignorancia,
hostilidad y tensión. ¿Seguro que aquél era su lugar? ¿Realmente
el destino es lo que lo ha impulsado a empezar tal revolución? Si
hay algo de lo que realmente estaría lleno ahora mismo esa noche,
pues no había cenado, eran dudas, pero sobre todo miedo, mucho
miedo:
-
Pero... ¿y si no lo consigo? ¿Y si caigo abatido por tal cantidad
de clichés de cobertura? ¿Y si acabo derribado por un francotirador
que usa estupideces como munición? Y, en todo caso, en el caso de
que fuese capaz de escapar y evitar alguno, ¿quién no asegura que
podría ser otro el que finalizase la tarea?
- ¿Realmente te ves capaz de sucumbir?
El
sobresalto fue tremendo, no lo vamos a negar, y menos con el cielo ya
oscurecido, o al menos así estaba hasta que el destello rojo
irrumpió en aquella luz artificial que los caminantes llamaban
“noche”. Ahora la Vía Láctea era lo que menos resaltaba entre
tanto destello rojizo; parecía un manto en forma de W invertida (no
es una M, no es lo mismo). El pecho le empezó a doler, y notó cómo
aquella mística fuerza le tiraba otra vez. De pronto, una tercera
voz tomó el turno de palabra.
- ¿Acaso
has olvidado lo que has venido a hacer? ¿Lo que quieres ser, lo que
quieres hacer y cómo planeas conseguirlo? ¿Has olvidado cuál es
tu mayor miedo?
No
fueron gotas, ni torrentes, ni mares lo que las lágrimas de Matt
llegaron a crear en aquella habitación de la colina, pero sí la
determinación consecuente... Un tambor masivo que hizo que se girase
sobre sí mísmo para poder ver la guitarra que estaba detrás suya.
- Tienes
muchas armas para conseguirlo, Shrider, pero sin duda, la más
poderosa de todas es tu palabra. Puedes cambiar la vida de muchas
personas que realmente lo necesitan. No todos te lo agradecerán, de
hecho, te tomarán por loco, pero alguien tiene que hacerlo. Que no
te arrastren, no les creas cuando digan que “las cosas son así”,
porque no lo son, mi vida. ELLOS las han hecho así, y es hora de
que tú cambies las cosas, porque si tú no lo haces, ¿quién de
los caídos crees que lo hará? Cada vez hay más y su dolor es
mayor. Debes hacer algo.
- Es
tu destino, Shrider -respondió la otra voz-.
Al fin, tras un momento de
vacilación, Matt agarró su guitarra, salió al pasillo, y, a la vez
que el resplandor rojo iluminaba el oscuro pasillo abarrotado de
explosiones y confusión, gritó lo suficiente como para que aquel
brazo espectral que tiraba de su pecho y aquella silueta rojiza le
pudiesen oír... tanto que media ciudad de Granada tuvo que taparse
los oídos:
- ¡NO
SOY TRAVIS MARSHALL! PERO JURO POR LO QUE MÁS AMO EN ESTE MUNDO
QUE, AUNQUE NO PUEDA CAMBIAR EL MUNDO, EL MUNDO NO ME CAMBIARÁ A
MÍ! ¿¡ME HABÉIS OÍDO!?
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario