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El mundo está lleno de lugares que nadie conoce... y el hombre, hambriento de curiosidad, intenta descubrirlos. Las palabras que achicharran vuestros ojos desde esta pantalla no hacen otra cosa que perderos, pues hay que perderse para alcanzar los destinos más inalcanzables... de lo contrario, todo el mundo sabría dónde están. Perdéos en el mundo onírico, pues nos veremos al otro lado. Bienvenidos

lunes, 1 de octubre de 2012

Maldita tormenta (Damned Storm)

   Se dice que son impredecibles... y que cuando golpean, lo hacen fuerte, o al menos así lo sentí en el coche. Iba con mis padres, mi hermano mayor, mi peluche y sonaba Muse de fondo. Es el grupo favorito de mi padre. Aquella tormenta era una de las más raras que había conocido en mi vida, porque fue cuestión de segundos que el cielo se volviese oscuridad. Entonces, llegó la primera ráfaga.

   No fue nada progresivo. De hecho, todo el agua cayó de golpe mezclada con el granizo más afilado y contundente de la historia. No lo consideraba nieve siquiera, porque podía distinguirlo del agua líquida. Podía hasta sentir cómo el arcoíris ansiaba por salir de aquellos torrentes en el parabrisas, pero eso supondría que llegara a su fin, y aquello, como sospechábamos, estaba muy lejos de acabar. Lo supe cuando sentí el rayo cayendo a nuestro lado, asustando a mi padre y desviándonos de la carretera... lo más curioso de todo fue que aquello no me hacía gritar, ni chillar ni asustarme. Solo veía el coche chocando contra los árboles, azotando las ventanas con sus ramas. Parecían abetos, como árboles de Navidad, cosa preocupante teniendo en cuenta que era agosto y que estábamos en Murcia.

   Lo siguiente fue lluvia espesa, acompañada por relámpagos... cabe destacar que ni mi hermano Raúl ni mis padres (ni siquiera mi madre, que no se considera muy valiente aunque yo sé que lo es) se habían ni inmutado de haber sorteado un gran número de árboles exactamente iguales...

   Pero sí que fue el rayo final lo que hizo que mi padre pegase un brinco. Mi madre chilló y luego mi padre blasfemó:

- ¡JODER! ¿¡Y AHORA QUÉ!?

   Preocupante: la tormenta se había detenido y parado en seco. Nos encontrábamos entre los árboles cuando salió un hombre vestido de uniforme con gorra intentando calmarnos:

- ¡No os preocupéis! ¡No es peligroso, ya he cortado la corriente! Al menos ya ha acabado el lavado del coche, ¿no? No os preocupéis, no hay quemaduras en la carrocería causadas por el cable roto. Malditas ratas...

   Y mientras abandonábamos el túnel de lavado automático, me sentí muy estúpida, humillada, pero nada que la sonrisa de mi madre pudiese calmar:

- ¿Has pasado miedo, cielo? No pasa nada, Noelia, no pasa nada...

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